Esta isla-país,
llamada Ceilán hasta 1972, independiente de Inglaterra desde 1948 y miembro de
la Commonwealth, tiene una superficie que dobla la de Cataluña, una población
de 22 millones y su capital, que no es para nada Colombo, tiene un nombre
endiabladamente difícil que no soy capaz de recordar y ni siquiera me atrevería
a intentarlo. Su moneda, la rupia, no la quieren ni ellos, ni sus vecinos, ni
los turistas. Al norte tiene sabana, al sur un altiplano cubierto de bosque y
en el centro: montañas lluviosas de las que parten ríos caudalosos como el
Mahaweli Ganga.

Solo hay un médico por cada 1.600
habitantes, un PIB muy bajo de 2.500 US$, solo un 10% de analfabetismo y muy
poco paro en el hombre (5%) y mucho en la mujer (50%). Además de la cruenta
guerra civil con los tamiles, que duró varias décadas y acabó en 2009, un
horrible día, siguiente al de Navidad del año 2004, llegó un tsunami que los
acabó de arruinar. Tras el fin de la guerra civil el país ha ido incrementando
sensiblemente la inversión extranjera y la economía y, últimamente, ha sido
colocado por los profesionales del turismo entre los 10 mejores destinos del
mundo, dada su tranquilidad, su naturaleza, su firme crecimiento y el interés
cultural.
El arroz ocupa el 40% del terreno
cultivable, pero es el té el protagonista de la exportación agrícola junto con
los derivados del coco, el café, la canela, el caucho, etc. También exportan
caucho y gomas. Tienen rubíes, zafiros y topacios en la zona de Ratnapura. El
idioma oficial es el inglés, pero son el cingalés y el tamil los que se hablan.
Hoy en día un 80% son cingaleses, un 10%
tamiles y otro 10% musulmanes árabes. Son budistas el 75%, musulmanes,
católicos e hinduistas, por igual, completan el 25% restante. La lucha del
gobierno contra los tigres tamiles duró décadas y no acabó hasta mediados de 2009
tras masacrar a familias inocentes.
El viaje
Cuando vine por primera vez en agosto de 1974, hace la friolera de 38 años, la miseria era dura de
contemplar: algo así como la del Norte de La India de entonces. La
población era de 8 millones de habitantes, ahora casi se ha triplicado.

Esta vez, había acordado antes de partir
de España el servicio de un coche con chofer que incluía un recorrido de unos
1.400 Km, así que, a mi llegada al
aeropuerto el 30 de diciembre, me recogió y partimos. Había habido inundaciones
dos semanas antes de mi llegada y fui víctima de los restos de ellas…Fuimos
directo a Sigiriya y me alojé en un
hotel al lado de la fortaleza del mismo nombre llamado Sigiriya Village. Lo
había elegido porque tenía garantizada una mínima celebración de Nochevieja…
que no sirvió para nada. Pasé varios días por esa región en la que visité las
ciudades antiguas de Anuradhapura,
Mihintale (cuna del budismo), la famosa fortaleza de Sigirilla (hasta su
último escalón e incluyendo la cueva de las Divinas Damas), Polonnaruwa
(capital medieval de la antigua Ceylan, s. XI a XIII, cuna de la arquitectura
sinhala y patrimonio de la humanidad) al igual que las estatuas de Buda de Gal
Vihara.
Después seguí para Kandy, centro
montañoso y turístico de la isla, y en ruta me detuve a conocer el templo de la Roca de Dambulla del
siglo I d.C., Patrimonio de la
Humanidad, con múltiples cuevas de paredes y techos
pintados. Visité algunos jardines, preparados para que los turistas compren
especias. Pasé un par de días alojado en un moderno hotel sobre la orilla del
caudaloso río de Kandy. Esta fue la última capital de los reyes de Sri Lanka y,
también, Patrimonio de la
Humanidad. Su lago, sus bailes regionales, el templo del
santo diente de Buda, el Palacio Real, etc. son visitas obligadas. A los
turistas se los llevan a ver el orfanato de elefantes de Pinnawala.

Deje Kandy para continuar por las
montañas, hacia el sur, dirigiéndome hacia Nuwara Eliya, (“Nurelia” dicen
ellos, y en donde hay también tamiles), visitando por el camino el Jardín
Botánico Real con su colección de orquídeas y seguir por las montañas atravesando
preciosas plantaciones de té en alturas próximas a los 2.000 metros. Las
montañas cubiertas por el verde manto del té, los valles con extensos arrozales
y las cascadas que rondan los 100 metros de altura, proporcionan un paisaje
espectacular. Visité una fábrica de té y comprobé que, debido a la gran demanda,
ahora de moda entre las mujeres, los fabricantes se ven obligados a utilizar
hojas de la planta que NO son las que corresponden al verdadero “te verde”…
Anduve por esas montañas un par de días disfrutando de la belleza del paisaje y
me alojé en un hotelito de montaña. Abundan los árboles de gran desarrollo, las
caucheras, los desprendimientos en las carreteras, las huertas de montaña, el
mar de nubes, los aldeanos con su batik, las palmeras cocoteras, los búfalos,
cebúes, vacas y culebras. Son amables y hospitalarios. Hasta tuvimos que
esperar un rato a que un elefante se quitara de la carretera. Esta parte tan
montañosa de Sri Lanka es la que más me gusto.
Continué hacia Kataragama, pasando por
las caudalosas cascadas de Ravana. Se me pasó detenerme a contemplar las
estatuas gigantes de Mahayana…Desde Kataragama me acerqué a visitar el Parque
Nacional de Yala. Un día después conducíamos hacia la costa sur para visitar
Weligama, famosa por sus pescadores, y después seguir a la ciudad de Galle y
visitar la fortaleza holandesa. Las playas son bonitas pero sus aguas no tienen
los colores azul turquesa o verde esmeralda que uno espera ver. Me dijeron que
las mejores estaban en el Noroeste del país, donde no acude el turista.
Continúo por la costa hasta Colombo donde, salvo recorrer el comercial barrio
de Peta, nada consigue llamar mi atención. Un policía nos quiso multar pero
todo se arregló con una “mordida”.

Calles y carreteras están limpias y no
tienen ni un papel ni una bolsa de plástico…pero perros hay a miles…y algas carreteras a miles...unos
muertos…por su religión, cuando conducen, respetan mucho a los animales. A pesar de la exuberancia de la vegetación,
en este viaje no he visto los árboles con flores de mi viaje anterior, salvo el
árbol del fuego y el frangipani. Hay que decir que es invierno y que hasta
abril quizás no aparezcan. Tampoco era época de frutas pues solo había papaya y piña tropical. Por supuesto mangos ni uno ya
que vienen más tarde, en mayo.
Detalles varios
Se observan los distintos grupos étnicos,
remarcándose los tamiles que son negros. A pesar de estar en el comienzo del período
seco, llueve algo todos los días. Excelente repostería…mejor que la española y
además magdalenas deliciosas. Pasé varios días por las montañas de la zona de
“Nuelia” y demás pueblos a cotas superiores a los 1.900m sobre nivel del mar.
Paisajes, montes cubiertos de plantas del té, cascadas, arrozales, palmerales,
tamiles por esta zona…He visto con frecuencia mujeres trabajando en las
carreteras. En ellas, pueden verse, además de perros: varanos, (que ellos
llaman iguanas), culebras de todo tipo, vacas, cebúes, elefantes, algún búfalo
perdido…Son muy estrechas, a veces son pistas de tierras embarradas, tramos inundados, con frecuentes pasos a
nivel…
La vegetación es densa, exuberante, muy
verde, dominan los campos de arroz, palmerales, etc. El arbolado es de gran
desarrollo: ceibas, almendros tropicales y, por supuesto, el “nuga”, enorme ceibo
de Buda, a cuyo pie se dice oró antes de comenzar su vida religiosa. En las
planicies se yergue, de tanto en tanto, una colina. En las zonas embalsadas
aparecen nenúfares y garzas. Se observan, desde la carretera, las sepulturas
budistas de los familiares fallecidos ubicadas dentro del terreno de sus
propias casas.
En los pueblos y ciudades sigue imperando
el transporte con tuck-tuck, con moto o bicicleta. La conducción es muy
peligrosa pues, además de ser muy densa, los adelantamientos se realizan sin
precaución alguna dando lugar a auténticas situaciones de peligro. Presencié un
accidente. En cuanto a la seguridad yo diría que el viajero debe cuidar sus
cosas en las habitaciones: mejor dejar la maleta cerrada. No he visto peligro
físico alguno salvo, quizás, en algún rincón perdido de Colombo. Pueden querer
timarte un poco en las compras pero, en general, el país no solo es tranquilo
sino que son muy hospitalarios y son tremendamente amables con nosotros y entre
ellos mismos, lo que da prueba de ello. Puede que algo indolentes pero siempre
muy respetuosos y tratando de complacerte.
En cuanto a los hoteles, hay que
desconfiar del número de estrellas: fácilmente uno nuevo de 3 estrellas puede
ser mejor que uno de cinco. Quizás el ventilador de techo de las habitaciones
sea mejor que los viejos y ruidosos aparatos de aire acondicionado.
Hasta otra.
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